Alimentación natural, clave para preservar tu salud y la del medio ambiente

La salud es el bien más preciado que tenemos, pero a menudo nos olvidamos que este tesoro está influenciado por nuestro estilo de vida y por la manera que cuidamos nuestro cuerpo.

Ayudar al organismo a realizar sus procesos curativos sin agredirlo es una forma cuidarlo. Esto lo podemos conseguir con tratamientos naturales, que son aquellos que siguen el camino por el que cura la naturaleza. Por ejemplo, en una infección potencian las defensas con plantas medicinales, oligoterapia catalítica, alimentos específicos, etc. Además, utilizan remedios para limpiar el terreno, por ejemplo, vahos para limpiar los pulmones, lavados nasales, lavativas intestinales…Y si hay fiebre alta, en lugar de cortarla, la controlan con compresas frescas y otros sencillos remedios.

Por otra parte, cuanta más vitalidad tiene el organismo, mejor preparado está para hacer frente a los agentes que lo enferman. Una de las mejores herramientas para estar más vital y prevenir las enfermedades es una alimentación sana e inteligente.

Para llevar una alimentación sana, lo primero es evitar los alimentos que más nos perjudican: refinados (azúcar, cereales, aceites, sal), aceites sometidos a altas temperaturas, lácteos, estimulantes como el café y alimentos muy manipulados y transformados por la industria alimentaria.

La dieta debe estar basada en alimentos de buena calidad (integrales y ecológicos), de la zona y de temporada. La alimentación debe estar basada en cereales integrales, verduras y hortalizas, frutas y legumbres, además de aceites de buena calidad, semillas y frutos secos y una pequeña cantidad de alimentos de origen animal (siempre de buena calidad).

Además, para llevar una dieta equilibrada no pueden faltar los nutrientes esenciales: ácidos grasos omega 3 (pescado y semillas de lino) y omega 6 (frutos secos y semillas), vitaminas y minerales. Además, no debe faltar ningún aminoácido esencial para formar las proteínas corporales.

La dieta debe adaptarse al clima, a la actividad física, a la capacidad digestiva y al estado de cada uno. Por ejemplo, si nos sentimos fríos o estamos resfriados, comeremos más cereales, coceremos las verduras y disminuiremos las frutas y ensaladas. Si por el contrario, nos sentimos muy calientes por haber realizado un ejercicio intenso, porque hace calor o porque estamos congestionados, comeremos más ensaladas y frutas, y reduciremos los alimentos de origen animal.

La mejor dieta para la salud personal y para la salud medioambiental está basada en los productos tradicionales, ecológicos, frescos, cocinados debidamente y, al menos, las hortalizas y frutas de temporada y locales.

 

Olga Cuevas, escritora y especialista en Nutrición

www.rogerdelauria.com

 

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