España es el país europeo que cultiva más superficie de transgénicos, también llamados Organismo Genéticamente Modificados (OMG). Se trata de organismos vivos a los que se ha modificado sus genes para evitar las plagas y aumentar su producción, que se han presentado como la panacea contra el hambre en el mundo. Entre estos insecticidas vivientes, inexistentes hasta el momento, destaca la soja y el maíz, y no precisamente por sus beneficios ambientales, socioeconómico y para la salud de las personas.
La gran mayoría de maíz y soja que llega a nuestra mesa está modificada genéticamente, excepto aquellos que llevan el sello que garantiza que proceden de agricultura ecológica, puesto que los postulados de la agricultura biológica son totalmente contrarios a la modificación genética. Es decir, los alimentos ecológicos no pueden ser transgénicos porque este tipo de agricultura respeta el ciclo natural de cada cultivo y es contraria al uso de cualquier tipo de insecticida o sustancia química.
En España no sólo se consume una gran cantidad de alimentos transgénicos, muchos de ellos exportados de países extranjeros, sino que además somos uno de los países que más extensión de cultivo transgénico tenemos entre los países de la Unión Europea. Cultivos que tienen efectos sobre el medio ambiente, ya que se utilizan gran cantidad de sustancias químicas como fertilizantes y abonos, contaminando el suelo y las aguas.
Pero el daño medioambiental de los transgénicos no se limita sólo a la contaminación de las aguas, el suelo y la atmósfera, sino que además se produce una contaminación genéticamente de las especies de cultivos próximas, acabando con la diversidad existente.
Las grandes explotaciones de cultivos transgénicos, en manos de unas pocas empresas multinacionales que controlan el mercado, impiden a los pequeños agricultores sobrevivir, con los daños socioeconómicos que eso conlleva. La agricultura ecológica también es una buena solución para este aspecto, ya que protege la figura del agricultor permitiéndole comerciar con sus productos al precio que se merece.
Y como no, la salud de las personas también puede verse afectada por el consumo de alimentos transgénicos, siendo desconocidas todavía las consecuencias que puede ocasionar. Algunos especialistas afirman que el consumo de organismos genéticamente modificados, puede provocar un aumento de la resistencia a los antibióticos, la aparición de nuevas intolerancias y sobre todo, que están muy lejos de convertirse en la panacea contra el hambre en el mundo.
Por eso, y dado que la legislación no es lo suficientemente estricta con los fabricantes a la hora de incluir en el etiquetado toda la información sobre los alimentos, es preferible optar por la alimentación ecológica, o por lo menos por aquellos alimentos en cuya etiqueta figure la expresión: No GMO o No GEO. Apuesta por lo natural y no te arriesgues a que tu salud se vea afectada.